jueves, 23 de agosto de 2012

De qué estarán hechos los sueños

No sé si a todo el mundo le pasa lo mismo, pero sospecho que los sueños más primigenios, los menos evolucionados, los casi neonatos proceden de esa etapa en la que nos hacemos hombres y mujeres.  Un tiempo en el que nos preguntamos esas cosillas eternas: por qué estamos aquí, por qué somos humanos y no guacamayos, cual es el tamaño del universo o hasta donde podremos viajar y cuanto tiempo tenemos para hacerlo.  En esa fase en la que tendemos a arriesgarnos más de la cuenta, básicamente porque no tenemos nada que perder y porque casi habiendo acabado de descubrir el mundo no vemos ningún motivo para no recorrerlo de cabo a rabo, se generan los sueños. Hoy he leído que los adolescentes no se arriesgan tan torpemente como sospechamos los adultos… que en realidad miden el riesgo, que sólo se pavonean un poco para demostrarle al mundo, pero sobre todo a sí mismos, lo fuertes, lo grandes, lo poderosos que pueden llegar a ser.  ¿Sobreviven los sueños al paso del tiempo?  ¿Evolucionan los sueños con el tamiz de la experiencia?  ¿Es bueno o no lo es conservar los sueños antiguos, no perder la esperanza?  ¿Hay que descartar los sueños que, por las circunstancias que sean, son ya muy probablemente sueños imposibles?  ¿Nos abandonan los sueños irremediablemente?
 
Cuando nos enfrentamos a nuestros sueños de juventud, más tarde que pronto, pero sin llegar a nunca… 



Cuando los sueños se vuelven crueles…


Cuando se vive en la fábrica de los sueños... 


Sueños que cobran vida... que ignoran lo que son. 


Cuando la vida que se ve pasar como un sueño... 

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